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Campeche es un lugar idóneo para vivir una experiencia llena de asombro, generosidad y placidez. Desde el siglo XVI esta tierra de profundo contrastes fue tema de fantásticos relatos en boca de hombres ávido de aventuras y riquezas, el sueño del viajero.
En los límites del territorio del estado de Campeche se ubicó un parte de la civilización maya, una de las culturas más importantes que poblaron el continente americano.
Los mayas fundaron sus aldeas que se convirtieron en centros ceremoniales caracterizados por la existencia de una organización sacerdotal y el culto a los dioses, destacando en la entidad los sitios de Calakmul (nombrado recientemente: “Patrimonio Cultural de la Humanidad”). X’pujil , Chicanná, Becán, Hormiguero, Acalan, Jaina y Edzná entre otras. Mas tarde en el año de 1942 se marca el encuentro de dos culturas, con el descubrimiento de América se transformaron los conceptos y estructura del Viejo Mundo. Durante la colonia, el puerto de Campeche destacó como un punto de enlace con el extranjero. Lo que permitió el auge económico y el crecimiento de la población, Campeche se convirtió en blanco de ataques piratas, corsarios avalados por las coronas de Inglaterra, Francia y Holanda que devastaron la entidad.
Entre 1610 y 1704 se inicia la edificación de la fortificación del puerto, pero los baluartes y las murallas se concluyeron hasta 1769. Un importante atractivo de Campeche es su gastronomía: resultado de la fusión de cocinas mayas, española y caribeña siendo así única por su presentación, aroma y sabor que envuelve los sentidos. En la actualidad el entorno geográfico de Campeche abarca tierras continentales e insulares, ríos, lagos y mares, comprendidos en una extensión de 56 126 km2.
La ciudad de Campeche es la capital del estado y es en ella en donde se ubica el mas bello de los testimonios de la época colonial del estado, su centro histórico nombrado: “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. No hay nada como recorrer la zona monumental histórica, caminar por sus banquetas arregladas y limpias por sus calles adoquinadas sobre una infraestructura urbana oculta, sin anuncios ni letreros que cubran sus balcones, puertas y ventanas, admirar los patios y arcos de las casas coloniales y comer algún delicioso platillo regional en cualquier restaurante céntrico, admirando la arquitectura colonial de nuestro estado.